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Artículo creado después de las enseñanzas de Borja Vilaseca y su libro encantado de conocerme.
Todos tenemos un poco del lado oscuro (el ego) y del lado luminoso (el ser) que se encuentran en cada uno de los nueve eneatipos. Sin embargo, en general estamos más identificados con un eneatipo dominante.
Muchas veces el desconocimiento del Eneagrama provoca que se lo describa como un medio de encasillar o etiquetar a las personas. Pero la experiencia demuestra todo lo contrario. Esta herramienta psicológica, encaminada a hacer consciente el complejo proceso de nuestra mente, muestra la caja en la que cada uno de nosotros se ha ido encerrando y los pasos necesarios para que podamos salir de ella. Sólo así podremos volver a conectar con nuestra esencia más profunda. Fruto de ese reencuentro con lo que somos verdaderamente, surge dentro de nosotros la paz interior que siempre hemos estado buscando fuera. A este estado natural de conexión con el ser también se lo conoce como «felicidad».
El Eneagrama describe nueve «eneatipos». Es decir, nueve modelos mentales, esqueletos psicológicos o tipos de personalidad, cada uno de los cuales puede vivirse desde el ego o desde el ser, en función de nuestro nivel de consciencia, nuestro grado de comprensión y nuestro estado de ánimo. Y para facilitar el manejo y la comprensión de esta herramienta de autoconocimiento, se emplean nueve números. Estos podrían ser letras o nombres de animales; en sí mismos no tienen ningún significado. El Eneagrama no está relacionado con la numerología ni nada por el estilo.
Cada uno de nosotros nace con un eneatipo determinado. Es decir, en contacto con una de las nueve esencias que define el Eneagrama. Sin embargo, durante nuestra infancia desarrollamos de forma irremediable nuestro correspondiente tipo de ego para protegernos y sobrevivir emocionalmente. Y dado que nadie nos ha enseñado a conocernos a nosotros mismos y vivir desde lo esencial, la mayoría de adultos solemos estar identificados con nuestro falso concepto de identidad. De ahí que nuestra existencia suela estar marcada, en mayor o menor medida, por la lucha, el conflicto y el sufrimiento.
Para poder crecer y evolucionar como seres humanos, el primer paso consiste en identificar cuál es nuestro eneatipo principal: aquel que determina nuestra herida de nacimiento. Es decir, lo que nos mueve inconscientemente a crear e identificarnos con el ego para evitar sentir el dolor, el vacío y la ansiedad que nos produce el vivir desconectados del ser. A su vez, nuestro eneatipo principal determina nuestro rasgo más característico de comportamiento, tanto cuando vivimos identificados con el ego como cuando reconectamos con nuestro verdadero ser. Si bien al investigar los nueve tipos de personalidad nos veremos reflejados en todos ellos, al profundizar lo suficiente verificaremos que sólo uno de estos nueve eneatipos define con más exactitud nuestro modelo mental particular. No se trata de quedarnos con las conductas y actitudes superficiales, sino con las motivaciones inconscientes y ocultas que las generan.
Desde la perspectiva del Eneagrama, nuestra forma de ser no sólo viene determinada por nuestro eneatipo principal, sino que también está estrechamente relacionada con otros dos eneatipos más: aquellos a los que nos descentramos y nos centramos. Así, cuando pasamos por una situación de estrés, desequilibrio y malestar prolongada, adoptamos los patrones de conducta egocéntricos de otro eneatipo, un movimiento denominado «descentramiento» o «desintegración».
Nos descentramos cuando nos identificamos en exceso con el ego; como resultado, empezamos a reaccionar automáticamente cuando la realidad no se ajusta a nuestras necesidades, deseos y expectativas. Son esos días negros en los que nos sentimos vacíos, inseguros, preocupados, irritables e incómodos con nosotros mismos y con los demás. Cuando estamos descentrados parece que el mundo entero está en nuestra contra. Son esos momentos en los que nuestra mente nos bombardea con pensamientos negativos y desagradables, que finalmente nos conducen a buscar alguna fuente de entretenimiento que nos permita evadirnos de nosotros mismos.
El descentramiento es un proceso inconsciente que se desencadena cuando hemos llevado al extremo las estrategias egocéntricas movidas por nuestro tipo de personalidad. Se trata de un mecanismo de defensa encaminado a desahogar toda la presión y malestar acumulados. Sería algo así como una válvula de escape que nos genera un alivio temporal. Si no somos conscientes del desgaste emocional que supone esta desintegración momentánea, corremos el riesgo de caer en las garras del miedo, la ira y la tristeza. Y si no hacemos nada para remediarlo, puede arrastrarnos incluso al borde de la depresión. Por ejemplo, el eneatipo 1 se descentra al 4, asumiendo los pensamientos y conductas egocéntricos de este tipo de personalidad.
Para recuperar nuestro centro -nuestro equilibrio interior-nos conviene poner en práctica ciertos comportamientos y actitudes esenciales de otro eneatipo, un movimiento denominado «centramiento» o «integración». A diferencia del descentramiento -que es un proceso totalmente inconsciente y automático-, el centramiento es un esfuerzo consciente y voluntario, que surge a raíz de comprender quiénes somos y qué necesitamos para ser verdaderamente felices. El centramiento es una invitación a comprometernos con nuestro proceso de desarrollo personal. Por un lado, consiste en cuestionar el sistema de creencias que nos mantiene anclados al ego. Y por el otro, introducir nueva información en nuestra mente para cultivar nuevas conductas más constructivas con las que obtener nuevos y mejores resultados a nivel emocional. Esta sabiduría la obtenemos al centrarnos al eneatipo correspondiente, marcado a través del símbolo del Eneagrama.
Estamos centrados cuando nuestra mente está relajada, permitiéndonos estar muy atentos para controlar nuestras reacciones impulsivas y dejar de ser víctimas del ego. En este estado de consciencia, nos sentimos alegres de poder disfrutar de la vida tal como es, sin necesidad de recurrir a ningún tipo de evasión para huir de nosotros mismos. En esos instantes «esenciales» nos abraza una paz y felicidad duraderas que nos permiten interactuar con los demás como si fueran parte de nosotros mismos. Son esos días maravillosos, en los que aceptamos sin reservas lo que sucede, sonriendo y cantando sin otro motivo que el de estar vivos.
Por ejemplo, eneatipo 1 se centra al 7, adoptando los pensamientos y comportamientos esenciales de este modelo mental. Así, para verificar cuál es nuestro eneatipo principal, es necesario corroborar la correlación existente con los eneatipos a los que se descentra y centra, respectivamente, tal como muestras las flechas del símbolo del Eneagrama.
Más allá de descubrir cuál es nuestro eneatipo principal y corroborar que efectivamente nos descentramos y centramos a los tipos de personalidad correspondientes, desde la perspectiva del Eneagrama nuestra forma de ser también puede estar muy condicionada por los tipos de personalidad situados a la derecha y la izquierda de nuestro eneatipo principal. Son las llamadas «alas». Ciertas personas tienen dos alas; otros, una y algunos, ninguna.
Los expertos en Eneagrama sostienen que la mayoría de seres humanos tenemos un ala dominante, que influye sobre nuestro eneatipo principal, tanto desde el ego como desde el ser. Es importante saber la influencia que podemos estar recibiendo de estas alas, ya que nos ayuda a conocer más detalladamente las trampas a las que hemos de enfrentarnos para llegar a estar bien con nosotros mismos. Por ejemplo, el eneatipo 2 puede adoptar comportamientos del 1 y del 3.
Además, cabe señalar que existen muchos niveles de desarrollo para cada eneatipo, los cuales describen nuestro nivel de identificación o desidentificación con el ego, así como nuestro grado de conexión o desconexión con nuestro verdadero ser. Por ejemplo, no tiene nada que ver un eneatipo 6 centrado que descentrado. A lo largo de la vida, y fruto del impacto que han tenido algunas experiencias sobre nosotros, nuestra manera de interactuar en el mundo suele evolucionar hacia una mayor comprensión y consciencia, sintiéndonos cada vez mejor con nosotros mismos o, por el contrario, hacia una mayor ignorancia e inconsciencia, provocando que la lucha, el conflicto y el sufrimiento se adueñen de nuestro día a día.
Cuanto más bajo sea nuestro nivel de consciencia, más egocéntrica será nuestra manera de ser, y viceversa. Por ejemplo, una persona desconectada de sí misma se quejará cuando un día de lluvia le impida ir a tomar el sol a la playa con sus amigos. En cambio, otra más conectada y absolutamente integrada en la vida, se adaptará a las circunstancias. Quizá se quede en casa contemplando la lluvia desde su ventana, aproveche para leer tranquilamente o decida quedar con esos mismos amigos en un entorno donde puedan guarecerse de la lluvia. El hecho externo es el mismo para los dos, pero la reacción emocional es distinta, según su grado de sabiduría. Con la ayuda del Eneagrama podemos liberarnos de nuestro egocentrismo y caminar por la vida adoptando la postura que más bienestar nos reporte en cada momento.
A la hora de identificarse con uno de los nueve eneatipos, hay personas que dicen que les ha tocado «el peor de todos». Otras, «el más difícil». Algunos comentan que no saben muy bien cuál es el suyo, pero que uno de los tipos de personalidad les da literalmente «asco». Otros se creen que es una decisión racional, pensando que el eneatipo es algo que puede escogerse, como si se tratara de elegir entre diferentes productos de un supermercado espiritual. Otros se ponen a reír cuando lo descubren. O sienten vergüenza, tristeza o
rabia. Sea como fuere, el Eneagrama es un espejo que nos invita a ser radicalmente honestos con nosotros mismos, atreviéndonos a aceptarnos tal y como somos, sin importar si en el momento de conocer esta herramienta nos encontramos identificados con el ego o, por el contrario, más en contacto con nuestro verdadero ser. Curiosamente, nuestro ego va a seguir tratando de autoboicotearnos, incluso mientras leemos este libro. A esta parte de nosotros no le interesa que nos conozcamos, pues podría resultar el principio del fin de su existencia…
En la medida que vas conociendo en profundidad cada uno de los nueve eneatipos, ves haciendo consciente todo aquello con lo que te sientas identificado, tanto en lo concerniente con tu lado oscuro como con tu parte luminosa. Y dado que el Eneagrama describe tendencias de comportamiento, no sólo tengas en cuenta aquello que refleja tu momento presente, sino también todo lo que te recuerde a tu manera de ser en el pasado. Así, esta herramienta puede servirte para ponerle nombre a emociones, sentimientos y estados de ánimo que formen -o hayan formado- parte de tu vida interior. Y también como un termómetro evolutivo, con el que medir más objetivamente en qué punto te encuentras en el camino del autoconocimiento.
Afirmar que nos identificamos con el eneatipo 8, por ejemplo, no quiere decir que somostodo lo que se describe esta herramienta de autoconocimiento. Más bien pone de manifiesto que reconocemos que dicha tendencia de comportamiento es la que mejor define -a grandes rasgos- nuestra forma de ser, tanto en el ego como en el ser. De ahí que no tengamos que sentirnos identificados con todo lo que se dice acerca de un eneatipo. Principalmente porque todos los seres humanos somos mucho más de lo que se pueda definir a través de esta herramienta, que tan sólo nos sirve a modo de orientación y referencia. Si somos sinceros con nosotros mismos, tarde o temprano terminaremos por reconocer cuál es nuestro eneatipo principal, así como la correlación existente con el descentramiento, el centramiento y las alas. A fin de lograrlo, hemos de tener el valor de aceptarnos tal como somos. Ése es el primer paso para poder cambiar. Lo cierto es que el autoengaño es el único obstáculo que podemos encontrarnos a lo largo de este apasionante viaje de autoconocimiento.
El Eneagrama no es una varita mágica que pone fin a todos nuestros males, pero sí un útil instrumento para empezar a ser cada vez más conscientes de cuáles son los mecanismos psíquicos que nos mantienen esclavizados. Recordemos que es como una balsa que nos lleva de la orilla donde estamos a otra a la que queremos llegar. Una vez alcancemos nuestro destino, podremos seguir nuestro camino sin ella. Eso sí, el que rema siempre es uno mismo. Buen viaje.
Este artículo es un extracto del libro “Encantado de conocerme”, de Borja Vilaseca, publicado en enero de 2008.
El Eneagrama de la personalidad es un manual de instrucciones de la condición humana mediante el que podemos comprender las motivaciones profundas que hay detrás de nuestras conductas y actitudes.
Hay tantos caminos para conocerse como seres humanos hay en este mundo. Y aunque el arte de estar bien con uno mismo puede aprenderse sin ayudas externas, existen algunas herramientas psicológicas que contribuyen a facilitar, profundizar y acelerar este proceso de autoconocimiento. El Eneagrama es una de ellas. Es como un mapa de nuestro territorio emocional que podemos utilizar a modo de orientación y referencia para conocer nuestras limitaciones y potencialidades.
Desarrollada por Óscar Ichazo y Claudio Naranjo, el Eneagrama es una herramienta tan útil y práctica que está siendo utilizada por psicólogos, psiquiatras y coachs a fin de darle un enfoque más objetivo y resolutivo a sus terapias. También está siendo usada por cada vez más empresas para desarrollar el autoliderazgo y la inteligencia emocional de las personas que trabajan para ellas. Incluso es empleada por muchos guionistas y escritores para crear personajes más profundos y verosímiles.
La palabra «Eneagrama» significa en griego «nueve líneas». Principalmente porque describe, a grandes rasgos, nueve tipos de personalidad, cada uno de los cuales cuenta con su propio «modelo mental». Y este vendría a ser como una lente a partir de la que filtramos la realidad objetiva de forma subjetiva. Este esqueleto psicológico también determina qué nos mueve a ser cómo somos y a hacer lo que hacemos; cuáles son nuestros principales rasgos de carácter, incluyendo nuestros defectos y cualidades; qué deseamos y de qué tenemos miedo; e incluso cuál es la piedra emocional con la que tropezamos una y otra vez a lo largo de nuestra vida.
“Soy la herida y el puñal.”
(Charles Baudelaire)
Con la intención de despertar el interés y la curiosidad de los lectores, a continuación describimos con una breve pincelada los nueve eneatipos que describe el Eneagrama, poniendo especial énfasis en la herida emocional sobre la que hemos construido nuestra personalidad:
El que quiere ser perfecto. Su trauma es que se siente imperfecto. Para compensar esta sensación de insuficiencia, crea inconscientemente un ideal de cómo debería de ser. En el proceso se vuelve muy autoexigente y crítico consigo mismo. Y dado que nunca alcanza la perfección deseada, tiende a enfadarse y frustrarse con facilidad. Entre otros defectos, suele estar convencido de que su forma de ver las cosas es la única verdadera. Debido a su prepotencia y rigidez, cree que siempre tiene la razón y trata de imponer su punto de vista sobre quienes piensan o actúan de forma diferente. Su aprendizaje pasa por transformar la ira en serenidad, aceptándose tal como es.
El que necesita amor. Su carencia es que no se quiere a sí mismo. Piensa que amarse es un acto egoísta. Y que lo importante es ser buena persona, priorizando siempre las necesidades de los demás. Cree que cuanto más ayude a la gente, más le querrán. Y que cuanto más le quieran, más feliz será. Pero en el proceso se olvida de sí mismo y de sus necesidades, se vuelve dependiente e incapaz de estar en soledad. Debido a su soberbia, considera que sabe mejor que los demás lo que necesitan y suele dar consejos, echando luego en cara lo que ha hecho por la gente. Su aprendizaje pasa por transformar su orgullo en humildad, atendiendo primero sus propias necesidades emocionales.
El que necesita valoración. Su herida es que no se valora a sí mismo. Piensa que si no destaca o sobresale en algún ámbito, nadie lo tendrá en cuenta. Y que su valía como ser humano depende de sus triunfos profesionales y del estatus social alcanzado. Tiende a obsesionarse con la imagen, el éxito y el reconocimiento. De tanto esconderse detrás de una máscara acaba por olvidarse de quien verdaderamente es. Y en el proceso se vuelve muy presumido, ambicioso y competitivo, actuando como un camaleón para impresionar a sus interlocutores. Su aprendizaje pasa por transformar su vanidad en autenticidad, valorándose por lo que es en vez de por lo que hace, tiene o consigue.
El que necesita atención. Su trauma es que no se ve a sí mismo. Necesita que lo descubran los demás. Y para compensar su complejo de inferioridad, fuerza convertirse en una persona única, especial y diferente. Al compararse con la gente, suele considerar que le falta “algo” para poder ser feliz, sumiéndose en la envidia, la tristeza y la melancolía. Su egocentrismo le lleva a hablar demasiado acerca de las emociones y sentimientos que habitan en su interior. Sin embargo, suele sentirse incomprendido y padece frecuentes altibajos emocionales. Su aprendizaje pasa por aprender a interesarse más por los demás que por sí mismo.
El que teme expresar sentimientos. Su mayor miedo es ser incapaz de relacionarse emocionalmente con los demás. Todo lo que tenga que ver con las sentimientos, así como con el contacto físico, le incomoda y abruma. Suele ser distante, frío, reservado y un poco ermitaño. Y tiende a encerrarse en su soledad, regodeándose en su mundo racional, teórico e intelectual. Acumula información y conocimiento sin sentirse jamás preparado para pasar a la acción. Le aterra enfrentarse a la realidad, especialmente cuando surgen compromisos emocionales con otras personas. Su aprendizaje pasa por conectar más con su corazón, encontrando el equilibrio entre lo que piensa y lo que siente.
El que teme tomar decisiones. Su herida es que no confía en sí mismo. A menudo le invade el miedo y la ansiedad por potenciales problemas futuros. Vive en un permanente estado de alerta para no ser cogido desprevenido. Al sentirse tan inseguro por dentro, tiende a preocuparse obsesivamente con tomar aquellas decisiones que le garanticen la seguridad y la certeza de que todo irá bien. Y para aplacar sus dudas, suele preguntar a otras personas qué hacer con su vida. Su aprendizaje pasa por transformar su cobardía en coraje, cultivando la confianza en sí mismo para asumir las consecuencias de sus propias decisiones.
El que teme sufrir. Su problema es que no soporta contactar con el vacío y el dolor que habitan en las profundidades de su ser. Tiende a desarrollar una personalidad divertida, alegre y positiva, utilizando el sentido del humor como mecanismo de defensa. Suele ser hiperactivo y hedonista, obsesionándose con la búsqueda de placer en el corto plazo como antídoto para sepultar su aburrimiento e insatisfacción crónicos. Vive en el futuro, es muy disperso y le cuesta mucho estar presente y concentrarse. Su aprendizaje pasa por cultivar el silencio y el arte ce hacer nada, conectando con la felicidad y el bienestar que residen en su interior en vez de perderse en el laberinto de la evasión.
El que quiere tener el control. Su mayor miedo es que los demás le hagan daño. Suele protegerse tras una coraza y vivir a la defensiva, reaccionando agresivamente cuando se siente amenazado. Tiende a intimidar por medio de su mirada y su fuerte personalidad. Le gusta estar al mando de las situaciones para no someterse a la voluntad de los demás. No soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer y la injusticia le saca de sus casillas. Al sentir que debe proteger su vulnerabilidad, considera que “la mejor defensa es un buen ataque”. Su aprendizaje pasa por soltar el control y aceptar su vulnerabilidad, comprendiendo que nadie puede herirle emocionalmente sin su consentimiento.
El que quiere evitar el conflicto. Su trauma es que no sabe lidiar con el enfado de quienes le rodean. Tiende a infravalorarse, suele pasar inadvertido y evita tomar partido para no molestar a nadie. Le cuesta mucho decir “no” a los demás por temor a que alguien se enoje. Para no decir nada inconveniente, escucha más que habla. Cree que su opinión no importa y tiende a amoldarse al pensamiento general. Se resigna fácilmente y tiende a procrastinar, dejando todo para el último momento. Puede pasarse horas tirado en el sofá, regodeándose en su apatía, dejadez y pasividad. Su aprendizaje pasa por transformar su pereza en proactividad, haciéndose valer y aportando valor al mundo.
Artículo publicado por Borja Vilaseca en El País Semanal el pasado domingo 3 de agosto de 2014.
El boom del Eneagrama ha hecho que aparezcan tests de personalidad para saber cuál es nuestro eneatipo. Sin embargo, el único test de Eneagrama capaz de revelarnos quiénes somos es lo que sentimos cuando nos conocemos a través de la experiencia.
El Eneagrama de la personalidad se ha consolidado como la mejor herramienta para iniciarse en el camino del autoconocimiento. El cambio de paradigma que genera es el equivalente a ‘perder la virginidad’ espiritual. Especialmente porque es muy fácil de comprender y muy sencillo de poner en práctica. Se trata de un manual de instrucciones de la condición humana que describe a grandes rasgos nueve tipos de personalidad, también llamados “eneatipos”.
A través de estos nueve modelos mentales, el Eneagrama hace una radiografía de nuestro lado oscuro (el ego) y de nuestra parte luminosa (el ser). Y sirve de gran ayuda para hacer consciente las motivaciones ocultas que hay detrás de nuestras actitudes y conductas, así como de los resultados emocionales que cosechamos en nuestra vida.
La mayoría de personas que se atreven a mirarse en este espejo del alma experimentan una toma de consciencia que significa un punto de inflexión en su existencia. Es muy común escuchar a personas decir que el Eneagrama les ha “cambiado la vida”. La verdad es que yo soy una de ellas. Hice un curso en 2005 y algo dentro de mi hizo clic. Realmente funciona.
Esta es la razón por la que año tras año esta herramienta de autoconocimiento está ganando popularidad. Todavía recuerdo el primer curso de Eneagrama que impartí a finales de 2006, al que asistieron 15 personas. Al último que hice a principios de 2019 vinieron 270 alumnos. El auge de este mapa de la personalidad es un fenómeno tan imparable como exponencial. Dentro de poco empezará a enseñarse en todas las escuelas.
El boom del Eneagrama ha llegado a tal punto que está empezando a despertar el interés de la mayoría, llegando a aparecer en medios de comunicación masivos como El País o Televisión Española. Y si bien llegará un día en que todo el mundo conozca su eneatipo, también es verdad que existe el riesgo de que poco a poco se vaya banalizando el uso de esta maravillosa herramienta de autoconocimiento.
Actualmente existen numerosos tests de Eneagrama. Algunos se anuncian como “test de personalidad”, “test rápido”, “test completo” o “test corto” para conocer nuestro eneatipo. Y dado que a todos nos encanta hacer este tipo de tests, estas páginas reciben miles de visitas cada día.
Uno de los test de Eneagrama más populares es el creado por Don Richard Riso y Russ Hudson, autores de “La sabiduría del Eneagrama”, uno de mis libros preferidos. Está formado por 135 afirmaciones, empezando por ésta: “Por lo general me consideran una persona seria y sensata, y una vez dicho y hecho todo, supongo que lo soy.” En este caso, hemos de elegir cuál de estas cinco opciones nos describe mejor en relación con cada afirmación: “Casi nunca”, “rara vez cierto”, “algo cierto”, “generalmente cierto” y “muy cierto”.
En esta línea destaca el test de personalidad de Personarte, que contiene 135 afirmaciones, la primera de las cuales es: “Si veo claramente que alguien comete un error, le ayudo a darse cuenta de ello y a corregirlo.” En cada una de ellas hemos de seleccionar si nos identificamos “mucho”, “nada” o “poco”, en caso de que nos cueste decidir.
He de confesar que la primera vez que me hablaron del Eneagrama, una de las primeras cosas que hice fue hacer este test. Curiosamente, años más tarde me pidieron que les asesorara para mejorarlo, a lo que accedí encantado. Sin embargo, al concluir mi colaboración con ellos me di cuenta de que si bien estos tests de Eneagrama son otra forma de hacernos reflexionar acerca de nosotros mismos, es importante concebirlos como lo que en realidad son: una forma amena y simpática de entretenimiento psicológico.
Eso no quiere decir que no tengan valor –claro que lo tienen–, pero no hemos de confundirlos ni emplearlos como una alternativa al auténtico proceso de conocernos a nosotros mismos a través de nuestra propia experiencia. Y es que nada ni nadie pueden revelarnos quiénes verdaderamente somos ni cuáles son nuestras motivaciones más profundas.
Del mismo modo que es un error buscar a un gurú que nos diga cómo tenemos que vivir nuestra vida, es una equivocación pretender que un test nos diga cuál es nuestro eneatipo. Es como si frente a un problema matemático alguien nos diera el resultado numérico final sin darnos la información necesaria para comprender cómo ha llegado a esa conclusión. Independientemente de que el test de Eneagrama acierte en su diagnóstico –basándome en mi propia experiencia puedo afirmar que no suele ser así–, el valor de esta herramienta radica en darnos la oportunidad de averiguarlo por nosotros mismos.
La gran mayoría de personas que han descubierto su eneatipo dominante por sí mismas suelen llegar a una misma conclusión: “Ha sido un proceso muy doloroso, pero muy liberador”. No en vano, a nadie le gusta reconocer que albergamos un lado oscuro lleno de ignorancia, inconsciencia y mediocridad. Sin embargo, darnos cuenta de las sombras que habitan en nuestro interior es el primer paso para poder comprenderlas, aceptarlas, sanarlas y trascenderlas.
En el momento en el que sentimos el dolor inherente a la herida de nacimiento que describe nuestro eneatipo principal, es imposible que no nos dejemos transformar por él. En cambio, si nos conformamos con el resultado que nos da un test de Eneagrama, puede ser que sepamos cuál es nuestro eneatipo, pero seguiremos exactamente igual. De hecho, en ocasiones he escuchado decir algo así como: “Hace años hice un test de Eneagrama, aunque no recuerdo qué número me tocó…”, como si se tratase de algún tipo de lotería.
El verdadero test de Eneagrama está dentro: somos nosotros mismos. Es decir, lo que sentimos por dentro mientras investigamos acerca de los nueve eneatipos. Si realmente somos honestos y no nos engañamos, llega un momento en que experimentamos un “orgasmo emocional”. Es decir, un ‘eureka’, una revelación, un clic, una toma de consciencia que marca un antes y un después en nuestra manera de comprendernos y de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con la vida.
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1 Comment
Indiscutiblemente me idenfico con el eneatipo 5 : El que teme a expresar sus sentimientos