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Encontrar el objetivo no es difícil. Somos los que complicamos las cosas. De alguna manera, lo convertimos en un camino de cornisa lleno de curvas cerradas y desvíos.
Algunas personas siguen su entusiasmo, pero no tienen una base sólida en la realidad, cuando sus sueños no se hacen realidad, se desaniman. Otros han abandonado carreras que les dan dinero y estatus y hacen cosas que no les gustan. Algunas personas están comprometidas con lo que les gusta, en lo que son buenas y con el trabajo que les puede traer un buen momento económico, pero sienten que no tienen ninguna influencia en el mundo ni ninguna contribución a los demás.
Todos tienen una cosa en común: se sienten vacíos. Entonces, la respuesta a por qué es difícil encontrar una meta es simple: es difícil encontrar una meta porque nadie nos muestra el camino porque lo buscamos fuera de nosotros mismos, en cosas externas. No sabemos que ya lo tenemos, solo necesitamos redescubrirlo.
«Iki» significa «vida», en tanto «gai» puede traducirse como “valor»
«Sólo si permaneces activo querrás vivir cien años», proverbio japonés.
La conocida pirámide de Maslow sitúa las necesidades más perentorias del ser humano en una base: alimentación, cobijo y sexo. Sólo una vez resueltas estas necesidades la persona puede dedicar tiempo y energía a satisfacer el siguiente nivel, donde se sitúan la seguridad, la familia y el trabajo. El tercero, que engloba la amistad y la intimidad sexual, y el cuarto, el éxito y el autorreconocimiento, Finalmente, y cuando éstas aspiraciones están también satisfechas el humano puede dedicarse a su propósito último, la autorrealización.
Los japoneses tienen un concepto para definir esta satisfacción vital: ikigai, que vendría a significar «el sentido de la vida» o «aquello para lo que hemos sido llamados». Su representación gráfica no es piramidal sino más parecida a los pétalos de una flor, tal y como puede verse en el gráfico: lo que amas, en lo que eres bueno, aquello con lo que te puedes ganar la vida y lo que necesita el mundo. Sólo en la confluencia de todos ellos se encuentra el ikigai, tu razón de ser.
El concepto «ikigai» fue popularizado en un libro homónimo por dos españoles, Héctor López, ingeniero residente en Japón y autor del popular blog Kirainet y el periodista Francesc Miralles ‘Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz’ fue publicado en 2016 por Ediciones Urano y se ha convertido en un inesperado fenómeno editorial, con más de 250.000 ejemplares vendidos y traducido a 38 idiomas.
La historia de la génesis del libro es bien conocida, pero vale la pena recordarla: López y Miralles viajaron al pueblo de Okinawa donde se concentra la mayor población de centenarios del mundo y preguntaron a los ancianos qué era lo que les movía para tener ganas de vivir. La palabra que solían pronunciar era ikigai.
El ikigai puede ser hallado en la confluencia entre lo que amamos, aquellas cosas en las que somos buenos, aquello por lo cual pueden pagarnos y aquello que el mundo necesita. Estos aspectos pueden estar relacionados de diferentes maneras, pero se dificulta la percepción de que estemos ante nuestra razón de existir si no existe un equilibrio.
La interacción entre lo amado y aquello en lo que somos buenos es nuestra pasión, que si a su vez confluye con nuestra profesión (la cual surge de la confluencia entre aquello en lo que somos buenos y aquello por los que nos pagan) nos proporciona gran satisfacción. Sin embargo, lo percibimos como inútil a menos que esté conectado con lo que necesita el mundo.
La interacción entre lo que el mundo necesita y aquello por lo que nos pueden pagar permite encontrar nuestra vocación, que si a su vez se relaciona con nuestra profesión genera comodidad pero la sensación de vacío existencial si no está ligado con nuestros intereses y aquello que amamos.
Por otro lado, lo que el mundo necesita y aquello que amamos confluye en lo que entendemos por nuestra misión. Si nuestra misión y nuestra pasión coinciden nos sentiremos realizados y disfrutaremos, pero no podemos alcanzar una posición y mantenernos si no se junta con aquello por lo que nos puedan pagar. Si misión y vocación están en relación, estaremos ante algo que nos entusiasmará y nos hará sentir que estamos haciendo una tarea útil, pero si no estamos ante algo en lo que seamos buenos estaremos inseguros e inciertos respecto a nuestras acciones.
En conclusión, se precisa de un equilibrio perfecto entre los diferentes elementos citados para alcanzar e identificar nuestro ikigai. Se trata de buscar que nuestra vocación, profesión, misión y pasión coincidan en uno o varios temas o aspectos, de tal manera que se vuelva un elemento central en nuestra vida. Esto permite que estemos en sintonía con lo que venimos a hacer al mundo y ser más auténticos, naturales y conectados con nosotros mismos.
Dicho esto, puede parecer que se trata de algo muy difícil de lograr identificar. Sin embargo, lo cierto es que en muchas ocasiones y para un gran número de personas, se trata de un conocimiento que ya poseen en algún grado y que pueden encontrar en lo más obvio y natural.
El problema está que a menudo se mutila, sublima o tergiversa por elementos como la deseabilidad social, la búsqueda de estabilidad y seguridad y la falta de reflexión sobre lo que verdaderamente consideramos importante.
Tener en cuenta el ikigai o sentido vital puede tener grandes repercusiones a nivel de estilo de vida o incluso reducir el riesgo de diferentes enfermedades. No en vano, algunas de las regiones con mayor longevidad del planeta son de Japón, pudiendo este tipo de conceptos ser uno de los posibles facilitadores de ello.
En este sentido, en áreas como Okinawa se ha observado por ejemplo que el número de problemas cardiovasculares e incluso de cáncer sean menos frecuentes, y su evolución. Hemos de tener en cuenta que se ha observado que aspectos como la hostilidad y la competitividad (propios de una personalidad tipo A) facilitan la primera, así como personalidades tipo C que inhiben la expresión de emociones negativas tienen más predisposición a padecer cáncer.
También es habitual que experimenten menores niveles de estrés, ansiedad y depresión, debido a que una actitud conforme con lo que consideramos nuestros objetivos vitales y nuestro sentido en el mundo facilita una contemplación de nuestro día a día como algo más positivo. Pueden tener una vida más comprometida y a la par más libre, algo que influye en gran diversidad de ámbitos vitales.
Encontrar tu ikigai implica autoanálisis, implica prueba y error. La reflexión y la acción te van a ayudar a revelar tus valores, tus fortalezas y tus habilidades, para que puedas encontrar el significado de tu vida y de tu trabajo.
El primer paso que tenemos que seguir para descubrir nuestro propio Ikigai y cultivarnos, es hacernos las siguientes preguntas:
Esta investigación puede entenderse como un viaje personal y se refiere a lo que decidimos hacer en nuestras vidas y cómo lo hacemos. Parte del ikigai también es hacer las cosas con cuidado y amor, pero esto no necesariamente tiene que ver con el éxito. Nuestro vivir cada día con alegría no debe depender solo del reconocimiento que obtengamos de la sociedad.
En el momento en que nos damos cuenta que existe una actividad que nos hace sentir la alegría expresada por el ikigai, y que sobre todo, se convierte en una motivación interna que vaya más allá de cualquier recompensa, incluso económica será cuando vamos a descubrir nuestro ikigai.
Nuestro ikigai, por lo tanto, se puede expresar en las actividades más diversas: puede ser el trabajo, un pasatiempo, el deporte que hacemos, todo lo que tiene valor para nosotros y que nos hace sentir vivos.
Por otro lado, el ikigai sostendría algunos pilares fundamentales , cinco en particular que son:
Diagrama de venn para hacer tu ikigai
Con lo mencionado, puedes crear tu propia mandala Ikigai a partir del dibujo que ves arriba. Un diagrama de venn que si rellenas con cada punto señalado, podría darte como resultado central tu ikigai o propósito de vida.
Para ello, debes dibujar cuatro círculos unidos por el centro, como ves arriba.
El primer círculo, el de arriba, tendrá que contener respuestas sobre qué es lo que amas, es decir, cuál es tu misión y cuál es tu vocación.
El segundo círculo, a la derecha, tendrá que contener respuestas a qué es lo que el mundo necesita de ti, es decir, de nuevo tu misión y tu vocación.
El tercer círculo, abajo, tendrá que contener las respuestas a aquello por lo que te pueden pagar, es decir, tu vocación y tu profesión (la que deseas realizar, que puede que no tenga que ver con la que haces).
El cuarto círculo, a la izquierda, tendrá que contener las respuestas a lo que tiene que ver con aquello en lo que eres bueno, es decir, tu pasión y tu profesión.
Con todo lo dicho, podrás guiarte para darle un sentido profundo a tu vida, pero es fundamental que todos los comportamientos relacionados con el concepto de ikigai sean espontáneos y no sea algo que nos sintamos obligados a hacer.
Todo debe comenzar con un impulso que surja de dentro y que tenga que ver con nuestros deseos.
1- Deja que tu ikigai sea tu brújula: Es como un guía que te ayuda a encontrar el camino y alinear tus acciones para orientarlas hacia tu norte, que es tu propósito. Cuanto tengas que tomar decisiones difíciles, deja que tu ikigai te oriente.
2- No esperes sentirte pleno las 24 horas del día: No todo será siempre fácil. Pero lo bueno de tener un propósito y conocer tu ikigai es que te ayudará a mantener el rumbo y el foco, y a tener una visión más clara cuando aparezca alguna tormenta.
3 – Trata de despejar tus juicios y creencias: El propósito tiene todo que ver con ponerte al servicio de los demás. Así que si tu ikigai está orientado hacia tu carrera o hacia tu trabajo, está bien. Eso no quiere decir que tu familia, tus hijos o tus amigos no sean importantes. Simplemente quiere decir que la sensación de plenitud deriva del equilibrio de todas las partes que componen el ikigai.
4 – No lo tomes como un destino, sino como un camino: Ikigai no es algo denso o pesado, es liviano y fluido. Se mueve como las mareas, con el ritmo de tu vida. Hay que tomarlo despacio, viviendo en el momento, dando pequeños pasos.
5 – Puedes tener más de un ikigai en la vida: Sí, es posible editar el propósito de tu vida a lo largo de los años, porque puede evolucionar o cambiar. La clave está en disfrutar el proceso, y no tomárselo con demasiada gravedad. El ikigai siempre es liviano. Fluye.
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